Una mamá imperfecta
Me resulta muy humillante escribir un blog sobre crianza de los hijos porque, en general, me siento una madre fracasada.
¿Has escuchado esa canción sobre ser "solo una mamá" donde la cantante habla de vaciar el lavavajillas, comprar los zapatos del bebé, mantener a la familia informada sobre los niños, amamantar cada pocas horas, preparar una cena que todos odiarán y luego cuando alguien le pregunta qué hace, ella responde "Solo soy una mamá"?
Cargamos con lo que parece ser el peso del mundo y el destino de un hijo, y yo, personalmente, siento constantemente que no es suficiente. Sobre todo, siento que fallé y que no hice las cosas bien o que no hice lo correcto en absoluto.
Al final de cada día, me siento y hago un inventario de lo que no hice y de todos los errores que cometí. Pero cuando acuesto a mis hijos, quieren que me quede. Todavía me quieren, incluso con mis defectos. No piensan en mis errores. Todavía me quieren.
Siempre habrá más ropa para lavar, más platos, más actividades o lecciones que podría haberles dado para ayudarlos a crecer. Es imposible amar a mis tres hijos a la perfección y satisfacer todas sus necesidades. Soy humana, soy una sola persona y fracasaré.
Voy a fracasar.
Cada.
Soltero.
Día.
Me consuela saber que mis hijos tienen un Padre Celestial perfecto, que los ama con todo el corazón y nunca les fallará, a la vez que compensa cada uno de mis errores. Pero dejando de lado las creencias religiosas, hay consuelo en ser imperfecto y no ser un padre perfecto a diario.
Estamos rodeados de padres imperfectos. Todos fracasaremos. Las madres que te rodean no son perfectas. No te dejes engañar. Todos lo intentamos y todos fracasamos, y eso tiene que estar bien. Nuestros hijos aprenderán a ser imperfectos y a aceptar sus propias imperfecciones según cómo manejemos nuestros errores.
Y aquí está la otra parte: nuestros hijos observan cómo lidiamos con el fracaso. Observan cómo manejamos los errores y aprenden resiliencia, humildad, perdón y cómo tratarse a sí mismos al ver cómo nos amamos y seguimos adelante en medio de nuestros errores y deslices. ¿Cómo podemos mantenernos en esa delgada línea entre querer hacerlo todo a la perfección porque queremos lo mejor para los pequeños que criamos, pero también sabiendo que vamos a fallar?
Miramos a nuestros hijos al final del día. Vieron el estrés, los platos sin lavar, los pisos sin fregar, las lágrimas y el vientre no tan plano de su mamá, pero sobre todo lo que vieron… fuiste tú. Una mamá que se esforzó y una mamá que los ama, a quien ellos aman y a quien DESEAN.
Te quieren a ti. A ti, la que alzó la voz, la que se equivocó, la que olvidó algo (o diez cosas), la que quemó la cena, la que no supo qué decir, la que tuvo dificultades para controlar sus emociones. La quieren entera.
¿Y no es por eso por lo que hacemos esto? Por los niños que te quieren a pesar de todo. Así que, cometamos errores, fracasemos y luego volvamos a esas manitas que buscan más abrazos, más tiempo con la mamá que les dio lo que creen que es el día perfecto porque fue todo lo que necesitaban y más. Fue un día contigo.